Por Juan Antonio Alonso Resalt, cronista oficial de la Villa de Leganés (Madrid), Vicepresidente de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales (RAECO)
Recuerdo haber ido a visitar varias veces en los años ochenta a unos amigos que trabajaban en la primera sede que tuvo la FEMP, ubicada en la calle Santa Engracia de Madrid, un antiguo hotel-palacio de los Adanero cargado de historia.
Y allí recuerdo, haber contemplado una ilusionante actividad con entradas y salidas de reuniones y despachos a un buen número de alcaldes y políticos de grandes y pequeñas ciudades representantes de todos los partidos como fueron Enrique Tierno Galván (Madrid), Narcis Serra (Barcelona), Juan Ignacio de Mesa (Toledo), Julio Anguita (Córdoba), Ramón Sainz de Varanda (Zaragoza), Tomás Rodríguez Bolaños (Valladolid) y tantos otros, como Pedro Aparicio, Alcalde de Málaga, a quien nos vamos a referir.
No importaba en aquellas reuniones y frenética actividad si eras de un partido o de otro, una ciudad u otra, lo importante era poner en común y de forma consensuada, todos los problemas y soluciones que querían poner en marcha para llevar a buen puerto a los “abandonados y maltratados” municipios españoles.
Si nos detenemos hoy día en plena calle Larios de Málaga a contemplar la ciudad, su comercio, sus gentes, su limpieza, sus calles, el turismo y su calidez: y si hubiéramos conocido de antaño como era aquella Málaga de los años ochenta, que apenas podíamos disfrutar como visitantes o turistas; nos damos cuenta perfectamente de la diferencia que existe entre ambas ciudades.
En esta nueva Málaga se nota la aportación del nuevo proyecto ilusionante de modernización de la ciudad que desde 1979 y hasta 1995 con la llegada de los nuevos Ayuntamientos democráticos, llevó a cabo un médico nacido en Madrid, pero malagueño por los cuatro costados, llamado Pedro Aparicio Sánchez, primer Alcalde de la democracia municipal.
Puso en marcha Aparicio y llevó a cabo la modernización de esta gran capital consolidando proyectos importantes para mejorar la vida de los malagueños, como fueron la compra, restauración y apertura de la Casa-Museo natal de Pablo Ruiz Picasso, el Jardín Botánico de la Concepción, el Teatro Cervantes, la creación de la Orquesta Sinfónica de Málaga, el saneamiento integral de la ciudad, los Paseos Marítimos del Este, la pavimentación y peatonalización de calles, el alumbrado de 52 nuevos barrios, la estación de Autobuses y tantos y tantos proyectos que destacaron la labor y gestión municipal de este, también, profesor universitario madrileño afincado en la ciudad, donde ejerció de docente, de médico, de político, de Diputado, de Eurodiputado y de hombre de convicciones muy destacadas.
Cuentan sus compañeros ediles que Pedro Aparicio, como otros nuevos Alcaldes democráticos elegidos en aquellas primeras urnas municipales, estaba muy preocupado, nada más tomar posesión de su bastón de Alcalde de Málaga en esos años ochenta, por la deficiente situación económica que se sufría en la gestión diaria de los Ayuntamientos, una Administración municipal en la que no podían desarrollar responsabilidades por la falta de recursos económicos.
Conociendo esta tremenda realidad, un buen número de gobernantes municipales, hicieron piña para luchar por la autonomía local y decidieron darle al municipalismo la respuesta que necesitaba toda España.
La Financiación de las Corporaciones Locales, una nueva Ley de Bases de Régimen Local, el municipalismo y la autonomía municipal hicieron que todos estos Alcaldes, representantes de todo el arco parlamentario, con personalidades como Pedro Aparicio, se pusieran “al unísono” de acuerdo.
Elegido primer Presidente de la FEMP por consenso de todos, en Torremolinos, en junio de 1981, Aparicio decidía poner manos a la obra para convertir su ciudad, Málaga, y el resto de los municipios en “mejores lugares para vivir”.
Tanto en su cabeza como en la de los impulsores de Federación de Ayuntamientos, Diputaciones, Cabildos y Consejos Insulares estaba encontrar soluciones para dar respuesta urgente a problemas comunes y muy similares.
En general, la mayoría de los ciudadanos, con la perspectiva de los años, valoran muy positivamente la ilusionante gestión de aquellos primeros Alcaldes democráticos de los años ochenta que tenían que resolver con rapidez “y mucha ilusión” los acuciantes problemas existentes en las ciudades, pueblos y provincias que se habían encontrado “aletargados” en la gestión.
Muchos gestores municipales encontraron al entrar en sus despachos graves problemas económicos, sociales, educativos, culturales, de protección del medio ambiente o del patrimonio, de recuperación del entorno urbano, de canalización de agua, graves problemas sanitarios, de residuos sólidos urbanos… Estaba todo por hacer y a ello se pusieron los Alcaldes, incluido el de Málaga.
A Pedro Aparicio, tras sus cuatro mandatos municipales, la mayoría de los malagueños lo califican como un “hombre bueno”, responsable de la profunda transformación que sufrió Málaga en sus dieciséis años en la Alcaldía. Sus paisanos le nombraron Hijo Adoptivo y le entregaron la Medalla de la Ciudad por haber liderado la plena conversión urbana y social de la capital malagueña.
Destaca en la figura de este Alcalde, fallecido a los 71 años, como “una persona culta, entrañable, amante de la música y de la oratoria constructiva, así como del diálogo”.
Se ha llegado a definir la creación de la FEMP por un numeroso número de Alcaldes democráticos con Pedro Aparicio a la cabeza como “una decisión vital para llevar a cabo uno de los trabajos más importantes de la democracia: “definir y defender los intereses de los municipios y provincias de España».
De ahí que hayamos tratado con nostalgia en estas notas la figura del primer Alcalde democrático de Málaga y del primer Presidente de la FEMP, impulsor de esta destacada ciudad costera andaluza que es visitada cada año por algo más de dos millones de personas, según datos de 2019.
La FEMP concedió a título póstumo a Pedro Aparicio “la Llave del Municipalismo”, por su empeño en mejorar la vida de los malagueños y el resto de los españoles y por ser un “municipalista convencido”.